lunes, 21 de diciembre de 2015

David, rey de Jerusalén

Después de la muerte de Saúl, David fue proclamado rey sobre todo Israel. Conquistó Jerusalén y la convirtió en capital de su reino. Hizo traer a Jerusalén el arca santa con las tablas de la ley, en las que estaban grabados los mandamientos de la alianza. David quería que Jerusalén fuera la cuidad de Dios.

David confiaba en Dios. Quería guardar la alianza concertada con Dios. Una vez que hizo una cosa mala, confesó su culpa y pidió perdón a Dios. Un día, David mandó llamar a Natán. Natán era un varón a quien Dios había designado como portavoz: era un profeta. David dijo a Natán: Yo vivo en un magnífico  palacio, pero el arca Santa sigue albergándose en una tienda. Quiero construir para Dios una casa.

Al día siguiente, volvió Natán para ver a David y le dijo: Dios no quiere que construyas para él una casa. Al contrario: él construirá para ti una casa: una casa viva. Cuando tú mueras, tu hijo reinará sobre el pueblo de Dios. Estas palabras tienen vigencia para siempre. Por eso; el pueblo de Dios cree que el gran  salvador,  el mesías  prometido  por  Dios a los    hombres, nacerá   de  la familia de David (2 Sm 7).



       Figura 1: David, rey de Jerusalén  Fuente: Internet

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