Dios cumplió su promesa. Sara, una mujer que ya era bastante mayor, llegó hacer madre y Abrahán que también era mayor fue padre y tuvo un heredero. Sara y Abrahán pusieron a su hijo el nombre que Dios le había dicho. Y lo llamaron Isaac, que significa: «¡Sonría Dios amistosamente!». Isaac iba creciendo.
Dios quiso poner a prueba a Abrahán. Le dijo: Lleva contigo a tu hijo, a tu hijo único, a quien quieres mucho, y ofrécemelo en holocausto. De madrugada, Abrahán fue por el asno y cargó leña sobre él. Después llamó a sus criados y a su hijo. Tres días caminaron en dirección a un monte, Abrahán ordeno a sus criados que se quedaran allí con el asno: yo subiré con Isaac al monte. Después de orar y ofrecer un sacrificio, regresaremos.
Isaac iba cargado con la leña. Abrahán llevaba el cuchillo con un cubo con brasas ardiendo. Padre dijo Isaac. Llevamos leña y fuego. Pero no llevamos la víctima para el sacrificio. - Dios cuidará de eso, le respondió Abrahán.
En lo alto del monte, Abrahán levantó con piedras un altar. Amontonó sobre él la leña. Luego ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre la leña. Sacó el cuchillo. Entonces oyó la voz: -¡Abrahán! no le hagas nada al muchacho. Me has demostrado que me escuchas y confías en mí, pues estabas dispuesto a sacrificarme a Isaac, tu único hijo.
Abrahán miró alrededor y vio un carnero con los cuernos enredados en una zarza. Puso el animal sobre el altar y se lo ofreció en sacrificio a Dios. Después bajó del monte, acompañado por Isaac (Gn 21, 1-8; 22).
Figura 1: La Fe de Abrahán Fuente: Internet
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