Dos años más tarde, el Faraón, el rey de Egipto, tuvo un sueño. Consultó a todos los sabios e intérpretes de sueños que había en su país, pero nadie supo interpretar el sueño. Entonces el copero se acordó de José.
Dijo el Faraón: En la cárcel hay un joven israelita. Él supo interpretar mi sueño y el del panadero. Lo que él nos dijo sucedió. El Faraón mando llamar a José y le contó su sueño: Salen del río Nilo siete vacas sanas y gordas. Y después salen otras siete vacas flacas mal alimentadas. Y estas últimas se comen a las primeras. Y siete espigas hermosas y granadas y llenas.
José explicó al Faraón: Dios te mostró durante la noche lo que va a suceder. A lo largo de siete años habrá buen ganado y los campos darán trigo en abundancia. Luego vendrán siete años de sequía en los que no caerá ni una gota de agua. Los animales morirán de sed. Y el grano se secara. Puedo darte un consejo: manda a construir graneros, compra los excedentes de los años de buena cosecha. Guarda provisiones para los años de hambre. El Faraón creyó a José. Y le nombró administrador. Y cuando, una vez pasado los siete años de abundantes cosechas, no cayó ni una solo gota de agua, el ganado murió de sed y las mieses se secaron se secaron. Pero José abrió entonces los graneros.
Desde muy lejos llegaba gente hambrienta para comprar trigo en los graneros de José.
Jacob y sus hijos no tenían tampoco qué comer. Así que Jacob envió a Egipto. José vio a sus hermanos y enseguida los reconoció. Pero ellos no lo reconocieron. José puso a prueba a sus hermanos. Quería saber si ahora eran buenos hermanos unos con otros. Mandó que en el saco de Benjamín pusieran su propia copa de plata. Cuando los hermanos se disponían a emprender el regreso, José envío as administrador para que lo alcanzara. Él les mandó detenerse y les acusó: ¿Por qué devolvéis mal por bien? ¿Por qué habéis robado la copa de plata de mi señor? Los hermanos se defendieron: No hemos robado nada. Pero, al registrar el saco de Benjamín, apareció en él la copa.
Entonces todos los hermanos regresaron adonde José. José les dijo: Todos los demás pueden marcharse. Queda detenido únicamente aquel en cuyo saco apareció la copa. Judá le contestó: Nuestro padre quiere mucho a su hijo más pequeño. Se moriría de pena, si algo le ocurriese. Déjame que me quede yo en lugar de Benjamín.
Y José no pudo ya reprimirse: Yo Soy José, vuestro hermano, les dijo. Vosotros me vendisteis; os portasteis val conmigo. Pero Dios lo cambió todo en bien. Dispuso que yo viniera a Egipto para poder salvarlos a vosotros ahora. Regresad enseguida donde vuestro padre y volved con él a Egipto. Aquí no padeceréis de necesidades.
Jacob se alegró con toda su alma al enterarse de que José vivía. Y marchó a Egipto con sus hijos y con las familias de sus hijos. Allí vivieron como pastores en la región de Gosén.
Mientras duró el hambre. José cuido a sus hermanos. (Gn 41-47)
Dijo el Faraón: En la cárcel hay un joven israelita. Él supo interpretar mi sueño y el del panadero. Lo que él nos dijo sucedió. El Faraón mando llamar a José y le contó su sueño: Salen del río Nilo siete vacas sanas y gordas. Y después salen otras siete vacas flacas mal alimentadas. Y estas últimas se comen a las primeras. Y siete espigas hermosas y granadas y llenas.
José explicó al Faraón: Dios te mostró durante la noche lo que va a suceder. A lo largo de siete años habrá buen ganado y los campos darán trigo en abundancia. Luego vendrán siete años de sequía en los que no caerá ni una gota de agua. Los animales morirán de sed. Y el grano se secara. Puedo darte un consejo: manda a construir graneros, compra los excedentes de los años de buena cosecha. Guarda provisiones para los años de hambre. El Faraón creyó a José. Y le nombró administrador. Y cuando, una vez pasado los siete años de abundantes cosechas, no cayó ni una solo gota de agua, el ganado murió de sed y las mieses se secaron se secaron. Pero José abrió entonces los graneros.
Desde muy lejos llegaba gente hambrienta para comprar trigo en los graneros de José.
Jacob y sus hijos no tenían tampoco qué comer. Así que Jacob envió a Egipto. José vio a sus hermanos y enseguida los reconoció. Pero ellos no lo reconocieron. José puso a prueba a sus hermanos. Quería saber si ahora eran buenos hermanos unos con otros. Mandó que en el saco de Benjamín pusieran su propia copa de plata. Cuando los hermanos se disponían a emprender el regreso, José envío as administrador para que lo alcanzara. Él les mandó detenerse y les acusó: ¿Por qué devolvéis mal por bien? ¿Por qué habéis robado la copa de plata de mi señor? Los hermanos se defendieron: No hemos robado nada. Pero, al registrar el saco de Benjamín, apareció en él la copa.
Entonces todos los hermanos regresaron adonde José. José les dijo: Todos los demás pueden marcharse. Queda detenido únicamente aquel en cuyo saco apareció la copa. Judá le contestó: Nuestro padre quiere mucho a su hijo más pequeño. Se moriría de pena, si algo le ocurriese. Déjame que me quede yo en lugar de Benjamín.
Y José no pudo ya reprimirse: Yo Soy José, vuestro hermano, les dijo. Vosotros me vendisteis; os portasteis val conmigo. Pero Dios lo cambió todo en bien. Dispuso que yo viniera a Egipto para poder salvarlos a vosotros ahora. Regresad enseguida donde vuestro padre y volved con él a Egipto. Aquí no padeceréis de necesidades.
Jacob se alegró con toda su alma al enterarse de que José vivía. Y marchó a Egipto con sus hijos y con las familias de sus hijos. Allí vivieron como pastores en la región de Gosén.
Mientras duró el hambre. José cuido a sus hermanos. (Gn 41-47)
Figura 1: Jacob y sus hijos van a Egipto Fuente: Internet
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