Escucha, pueblo de Israel: El señor es tu Dios, el señor y
nadie más. Por es, lo amarás con todo tu corazón, con todo tu alma y con todas
tus fuerzas (Dt 6, 4-5).
Cuando asedies una cuidad, no destruirás sus árboles a
hachazos. Come de los frutos de los árboles, pero no tales el arbolado (Dt 20,
19).
No explotarás a la viuda ni al huérfano que no tienen a
nadie. Si les haces daño y ellos claman a mí, yo estaré de su parte.
Si ves extraviado el buey o la oveja de tu hermano, no te
desentiendas. Ve a devolvérselos a su dueño (Dt 22, 1).
Si un pobre
trabaja para ti,
no lo hagas esperar
su jornal. Págale
el jornal ese
mismo día (Dt 21, 14-15).
Cuando recojas las aceitunas de tu olivar y cuando vendimies tus viñedos, no
rebusques demasiado. Deja para los pobres las aceitunas y las uvas que queden (Dt
24, 20-24).
No oprimáis a los forasteros que vivan en vuestro país.
Concededles los mismos derechos que vosotros tenéis. Amad a los forasteros como
a vosotros mismos, y no olvidéis que también vosotros fuisteis forasteros en
Egipto. Os lo digo yo, que soy el Señor, vuestro Dios (Lv 19, 33-34).
No insultes al sordo, que no puede defenderse. No pongas
obstáculos en el camino del ciego para que tropiece (Lv 19, 14).
No odiarás a tu hermano en tu corazón. Reprende a tu
prójimo, para que no seas tú también culpable de lo que él hace. No seas tú también culpable de lo
que él hace. No seas vengativo ni guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti
mismo (Lv 19, 17-15).
Figura 1: Reglas de conducta Fuente: Internet